LA IGLESIA Y SU PREOCUPACIÓN SOCIAL
Julio César Martínez Rodríguez
A propósito de la posición del Regidor Wanchy Medina sobre los planteamientos del Mensaje de los Obispos Dominicanos con motivo del 167 Aniversario de la Independencia Nacional y la Homilía del Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Santo Domingo,
Mons. Víctor Masalles, en el contexto del Te Deum del 27 de Febrero con la presencia del ciudadano presidente de la República Dr. Leonel Fernández Reyna.
“Las permanentes circunstancias que padece el mundo contemporáneo y las deplorables condiciones de subdesarrollo en que se encuentran aún demasiados países demuestran la permanente actualidad de la doctrina social de la Iglesia y la necesidad de partir desde una perspectiva justa”
(Juan Pablo II)
Siempre hay variadas razones para escribir, mucho más cuando esto se convierte casi en un vicio diario. En ese tenor, atendiendo a un debate entre mi persona y el Regidor por el Partido de la Liberación Dominicana, Wanchy Medina, de mucha valía intelectual, que se inició a través de una de las redes sociales de moda, vía Edwin Trinidad, en torno a las posiciones externadas por la Conferencia del Episcopado Dominicano y las palabras de Mons. Víctor Masalles, las primeras aparecidas en un mensaje dirigido a toda la nación dominicana, como ya es tradición, con motivo del 167 aniversario de la Independencia Nacional y las segundas, una homilía pronunciada en el contexto del Te Deum del 27 de Febrero recién pasado, es que me he propuesto escribir estas reflexiones.
Por mi preparación académica y por principios éticos – morales, adquiridos en el seno de la familia y la misma Iglesia, a la cual, no estando de acuerdo con todas sus posiciones, amo y agradezco mi formación humana, intelectual y mística. No puedo, porque traicionaría dichos principios, desvalorizar, con argumentos descontextualizados, las posiciones ideológicas de los demás. Cuanto más si estos, hasta donde puedo observar, están cimentados en valores como la honestidad, la solidaridad, el bien común, la justicia, la pulcritud, libertad de expresión, y el desarrollo integral del ser humano.
En ese sentido, partiendo de un estilo filosófico, y por ser yo de profesión educador, creo que es idóneo entonces hacer algunas aclaraciones de lugar, que nos refrescarían la memoria en torno a la posición que tiene la Iglesia en lo referente a la justicia social y lo que el amigo Wanchy estipula en su opinión que dio pie al debate, gracias a Dios muy respetuoso por cierto.
Para un mejor entendimiento de lo que voy a expresar, dividiré mis aclaraciones en subtítulos, para evitar que nos perdamos en la maraña de las letras, y así no salirnos del tema primigenio de la discusión. En un primer momento haré una breve síntesis de la Iglesia en el mundo actual, en el segundo momento plasmaré algunos aspectos referentes a situaciones de la Iglesia a través de la historia y en un tercer momento trabajar el humanismo cristiano-católico y la preocupación de la Iglesia en el ámbito de lo social.
1. La Iglesia Católica en el mundo actual:
En el año 1962, el papa Juan XXIII, anunció el inicio de los trabajos del Concilio Ecuménico Vaticano II, el cual concluyó en 1965, siendo papa Pablo VI. Asistieron a dicho encuentro, que duró tres años, representantes de las iglesias cristianas no católicas (Ortodoxos, Maronitas, Luteranos, Anglicanos, Coptos, etc.), y unos 2,400 obispos católicos de todo los lugares del mundo.
Este concilio, cuya convocatoria sorprendió a muchos, ya que quien lo convocó era considerado dentro del seno de la iglesia como un “papa de transición” y para otros, de “muy pocas luces”, grata equivocación, ya que con este acontecimiento se reunió a una cantidad de pensadores (filósofos y teólogos) para de esa manera hacer presente a la iglesia en el mundo y su mensaje sensible a la razón y al corazón del ser humano, enfrascado, casi de manera beoda, en la gran revolución técnica del siglo XX.
Esta magna asamblea produjo muchos documentos muy interesantes, de los cuales destacamos, por su relación temática con lo que estamos debatiendo, el denominado Gaudium et spes, en el que la iglesia se manifiesta solidaria con el hombre moderno.
Muerto Juan XXIII, cuya aceptación por gentes ajenas a la iglesia fue más que impresionante, Pablo VI, de diferente temperamento que su antecesor, continúo lo que los italianos llaman el aggiornamiento, que no es más que la puesta al día de la iglesia en medio de los problemas planteados al iniciarse la puesta en práctica del concilio. Por su dedicación, mejoraron las relaciones con las iglesias no católicas, y él mismo viajó a diferentes partes del mundo, comenzando por Israel, como un símbolo de la necesidad de todo cristiano de volver siempre a las fuentes. Su visita a la sede de las Naciones Unidas y el recibir en 1966 al premier del estado soviético Podgorny, en el contexto de la Guerra Fría., fueron muy significativos. A su deceso, y tras el breve pontificado de Juan Pablo I, de cuya muerte se tejen innumerables conjeturas, de las cuales podríamos hablar más adelante, fue elegido papa Juan Pablo II, de nacionalidad polaca, Arzobispo de Cracovia, y primer papa no italiano desde 1523.
El pontificado de Juan Pablo II ha sido uno de los más largos y fructíferos de la historia de la Iglesia, aunque no han escapado del mismo algunas situaciones tortuosas y embarazosas, pero en el fondo su persona y la visión externa de la institución que puedan tener las personas es, en cierto sentido, grata y aceptada.
Tras su muerte, es elegido para ocupar el primado de Pedro, un alemán, filósofo de la postmodernidad, teólogo, y la “mano derecha” del fenecido papa, en asuntos referentes a la fe, el cardenal Joseph Ratzinger, hasta ese momento Prefecto de la Sagrada Congregación de la Fe, tomando el nombre de Benedicto XVI.
1.1 Cristianos imbuidos en un mundo en constante cambio
En esta etapa de la historia de la humanidad, que según una temporización de marcada influencia occidental, es la contemporánea, pero visto desde el punto de vista de la filosofía, es la llamada post-modernidad, los descubrimientos científicos se plasman en adelantos técnicos que van modificando, de manera vertiginosa la organización social y en definitiva el sistema de valores de la familia y de la misma sociedad. Preocupante y espeluznante que este llamado progreso no siempre se hace a favor del ser humano.
Por otro lado, en la sociedad de la comunicación y el conocimiento, la verdadera historia universal ha comenzado. Las llamadas inter-relaciones y los omnipresentes medios de comunicación social hacen repercutir cualquier acontecimiento en lugares geográficos o culturalmente distantes, igualando los problemas.
Y surgen como siempre los conflictos, dispares puntos de vista de la realidad. Mientras el norte, el primer mundo, lo hace desde un índice de calidad de vida, el sur, el tercer mundo lucha, arañando, por el derecho a la supervivencia. Agregándose el llamado 4to mundo, presente dentro de las sociedades desarrolladas, siendo estos los inmigrantes, drogadictos, desempleados, prostitutas. Lo que resulta, de esta tensión, entre unos y otros, es sumamente incierto.
En estas circunstancias, y simplificándola máximo, la preocupación de la Iglesia, como institución con una doble dimensión, divina y social, se centra de forma predominante en la situación del hombre y su futuro, algunas veces incierto para unos pocos, y otras veces, en la mayoría, marcado por la esperanza de un mundo mejor, solidario y justo.
Las posibilidades técnicas son ambivalentes. Los medios de comunicación, por ejemplo, pueden fomentar la convivencia o la manipulación; la informática y la telemática pueden solucionar muchos problemas prácticos, pero también incapacitar para una visión de la trascendencia del ser humano.
1.2 La Eclesiología emanada del Concilio Vaticano II
Los esquemas eclesiológicos presentados por la comisión preparatoria del concilio fueron rechazados por los miembros del concilio, específicamente los de pensamiento abierto y pluralista, por ofrecer una imagen de la Iglesia triunfalista, clerical y juridicista. Y los documentos definitivos del Vaticano II presentan un modelo de Iglesia centrado en la comunión con Dios y con los hombres frente a los precedentes que lo hacían en la autoridad y en el poder. En lugar del clásico clericalismo, se introduce la noción bíblica de pueblo de Dios, todo él partícipe del sacerdocio de Cristo. Haciendo posibles entonces modelos eclesiológicos más solidarios con los pobres y en contraposición al neocapitalismo o neoliberalismo económico, insolidario, explotador y deshumanizante.
En el tercer mundo, desde América Latina, se ha ido elaborando desde la práctica, un nuevo modelo eclesiológico que tiene como eje básico a los pobres. Es la línea surgida en los encuentros episcopales de Medellín y Puebla, segunda y tercera Conferencia del Episcopado Latinoamericano (CELAM) y aceptado también en gran medida en la cuarta conferencia, celebrada en Santo Domingo en el año 1992, con motivo de los 500 años de los inicios de la evangelización del Nuevo Mundo, en manos de los Dominicos, Franciscanos, Mercedarios y Jesuitas.
Este modelo añade a la eclesiología de comunión el que sean los pobres el centro de esa comunión. A la vez se insiste que Dios salva liberando de manera íntegra y recuerda que el pueblo de Dios se formó liberándose de la esclavitud en que lo subyugaba Egipto. Se presenta de esta forma una OPCIÓN PREFERENCIAL POR LOS POBRES, MARGINADOS, DESPRECIADOS, LOS QUE NADA TIENEN, Y A LOS QUE SE LES NIEGA HASTA EL DERECHO DE VIVIR EN DIGNIDAD.
Visto de esta manera, el centro de la Iglesia está más allá de sus muros eclesiásticos: no son sus derechos, ni sus privilegios, ni sus instituciones, ni el Concordato, en el caso dominicano, sino los derechos y las necesidades de la mayoría de la humanidad empobrecida. Aspira a ser una Iglesia no sólo para los pobres, sino de y con los pobres.
Surge un nuevo tipo de “católico”, identificado con las problemáticas sociales, no alienado de la realidad social en la que vive, no embobado por el beatismo infantil, del cumplimiento, del bautizado solo de nombre, sino un verdadero ente denunciante del mundo explotador, de los gobiernos, de la clase empresarial y de la misma Iglesia cuando se “amanceba” con el poder terrenal.
El riesgo está en reducir la salvación al aspecto meramente sociopolítico, pero hay que reconocer que las aparentes neutralidades o los espiritualismos desencarnados, muy de moda con la influencia religiosa norteamericana, ultraderechista y protestante, han acabado siempre en compromisos siquiera larvados en el statu quo injusto.
2. Y nos vamos atrás en el tiempo
Para seguir la línea de la discusión iniciada por Wanchy, en la cual trae colación, en el presente, asuntos históricos de la Iglesia como institución humana, algunos muy reales y otros interpretados y acomodados a visiones religiosas particulares, es justo que hablemos también de dichas cosas.
Para no meternos muy atrás en el tiempo, iniciaré este apartado a partir del año 313 de nuestra era, cuando se firma el llamado Edicto de Milán, pero si es luego del interés del mismo Wanchy y de los demás interlocutores, podríamos hablar en otro momento de la historia de la Iglesia posterior a ese año.
2.1 La Iglesia en el Imperio Romano
La difusión del cristianismo primitivo tuvo, en sus principios, enmarcada en el espacio geográfico – político del Imperio Romano. En ese entonces la dominación romana abarcaba todos los países costeros del Mar Mediterráneo, Mare Nostrum, para los romanos.
La expansión del cristianismo se produjo partiendo desde el Este a Oeste, de Palestina y Siria, principalmente de las ciudades de Jerusalén y Antioquia, siendo esta última el primer lugar donde a los seguidores de Jesús les llamaron cristianos.
La religión en el mundo grecoromano era muy complicada e imposible describir, y mucho más aquí, que no estamos haciendo un tratado de la religión del imperio. Pero cabe destacar la variedad de religiones que se daban en el área grecolatina del imperio, con sus altibajos, sincretismos e interinfluencias. Ahora bien, los datos parecen constatar que verdaderamente existía una muy positiva búsqueda constante de lo religioso-filosófico en variados y amplios sectores de la población a lo largo de todo el imperio.
Sin lugar a equivocarnos, se puede afirmar que en el Imperio Romano la organización política-jurídica la ponía Roma, la ilustración venía de Grecia y la religión de oriente.
2.2 La Iglesia Constantiniana
Se suele calificar como “constantiniana” a aquel tipo de Iglesia cuyas características principales y de las cuales perduran aún, tuvieron su origen en la época del emperador Constantino. Realmente esta tipología eclesial se fue gestando desde hace mucho tiempo atrás, para adquirió toda su efectividad a partir de una fecha concreta: el año 313 A. D, cuando se proclama el edicto de Milán, lo que marcaría definitivamente la historia de la Iglesia como institución.
Las desiciones imperiales que invirtieron la situación, haciendo pasar el cristianismo de perseguido a obligatorio, vinieron escalonadas de la siguiente forma:
• Es Galerio (Sárdica, año 311 A. D) quien concede la tolerancia al cristianismo que había salido purificado y reforzado por las persecuciones y el martirio, principalmente en el Coliseo.
• Poco tiempo más tarde, en el llamado edicto de Milán (313 A. D), Constantino decreta la liquidación del pasado de persecuciones y la total libertad de cultos con reparación de los daños sufridos por los cristianos.
• En un nuevo edicto (324 A. D) el emperador manifiesta su deseo de que todos se hagan cristianos, aunque prohíbe que les moleste si no lo hacen. Existe ahora una situación de evidente preferencia.
• Para la parte oriental del imperio, Teodosio manda, en el edicto de Tesalónica (380 A. D) que todos los pueblos del imperio abracen la fe que la iglesia romana ha recibido de san Pedro.
• Posteriormente en el (392 A. D), la ley considera un crimen de lesa majestad los cultos paganos, o sea, no cristianos. Dejando de haber libertad para el paganismo. El cristianismo es entonces la única y exclusiva religión del imperio.
De el autor primigenio de todo este cambio, Constantino, a fondo se ignora si era cristiano convencido, ya que en su vida hubo épocas en que la sangre, generalmente de sus familiares, corría a su alrededor. Fue bautizado poco antes de su muerte por un obispo “hereje”, de la corriente arrianista, la cual pone en duda la divinidad de Cristo.
De lo que si estamos seguros, es que a partir de ahí, inició una verdadera ambigüedad, ya que por una parte la libertad iba a favorecer poderosamente el crecimiento exterior del cristianismo y su desarrollo social interno, no es menos cierto que su oficialidad como religión, le traería durante muchos siglos abundantes y no pequeñas dificultades para ser fiel al espíritu de su maestro y a su misión evangelizadora. Ambigüedades que aún perduran hasta nuestros días.
Lamentablemente esto llevará a que muchas veces el Estado Teocrático imponga la religión, en teoría el evangelio, por medios totalmente antievangélicos, tales como la violencia física e ideológica. Los fundamentos de la futura Inquisición quedaban puestos. Estos medios llegaron a ser, poco a poco, aceptados incluso por algunos jerarcas de la Iglesia como normales. En medio de toda esta maraña, se empezó a preferir más la prudencia diplomática que la denuncia profética del pecado.
El hecho de que el cristianismo quedase convertido en la religión oficial del imperio, sacralizando el orden social existente, no sucedió porque los dirigentes o la mayor parte de los súbditos tuviesen una personal fe en Jesús, sino, sobre todo, porque en los ámbitos de desición se intuyó con acierto que podía ser un instrumento más que apoyase de forma eficaz la cohesión y la unidad política, y la Iglesia cayó en el “gancho”.
Lo que realmente importaba aquí era que la Iglesia cumpliese el papel que se le asignaba, aun a costa de la autonomía misma o de la idea del cristianismo, de justicia, igualdad, solidaridad, amor a los enemigos, etc.
2.3 La influencia del cristianismo en el mundo occidental
Pero no todo se puede ver como negativo, sería pecar de ignorantes, y obviarlo nos llevaría a la aceptación de juicios anacrónicos sobre la realidad socio-histórica de la Iglesia, ya que la fidelidad al mensaje de Cristo se da en la historia con todos y cada uno de los fuertes condicionamientos que esto supone.
La influencia positiva se dejó notar no sólo dándole forma y color cristianos a la vida pública, sino también a algunos aspectos concretos. Cambiaron puntos de legislación, ejemplo de los códigos de Teodosio y Justiniano, y se notó en muchas instituciones sociales, tales como: familia, educación, trabajo, propiedad, autoridad… abolición de la pena de crucifixión, supresión de las luchas de gladiadores…
Pero el proceso de “cristianización” fue más cultural que otra cosa, no pudo llegar a la transformación profunda de la sociedad y por lo tanto del ser humano, cosa esta que todavía hoy se está luchando en conseguir. Es decir, un imperio pagano, con supersticiones cristianas.
Al imponerse el cristianismo por decreto no todos eran creyentes convencidos. Pero no es menos verdad que la fidelidad al evangelio se hizo visible en la ejemplaridad y “santidad” de muchas personas. Quienes a lo largo de la historia han atacado y denunciado las injusticias sociales, la discriminación de la mujer y la explotación del hombre por el hombre. Lamentablemente sus palabras, hechos y acciones, para aquellos que solo han “estudiado” una parte de la historia de la Iglesia, a medias, prejuiciada y llena de errores, no son conocidas, le “saben” a chino.
En ese sentido, para relacionarlo con el tema de las injusticias sociales que denuncian los señores Obispos dominicanos, cito unas palabras de un gran pensador, reconocido como uno de los Padres de la Iglesia, que afirmó “No le das al pobre de lo tuyo, sino que le devuelves lo suyo, pues lo que es común y ha sido dado para el uso de todos, lo usurpas tú solo. La tierra es de todos, no solo de los ricos”.
Y San Juan Crisóstomo, explicando la incapacidad para demostrar que lo que se posee, aun sea por herencia, sea posesión justa dice: “¿Cómo, pues, siendo común, tú posees hectáreas y más hectáreas, y el otro no un terrón?”.
Otro pensador de la Iglesia, San Jerónimo, opina que las riquezas no tienen otro origen que la injusticia: “Los ricos lo son por su propia injusticia o por herencia de los bienes adquiridos injustamente”.
Estos ejemplos y muchos otros más, pueden ser buscados en cualquier libro de historia de la Iglesia o en el internet, para ponernos a la par del uso de los medios tecnológicos. Por eso ahora menciono nombres tales como, San Agustín de Hipona, San Cirilo de Alejandría, San Clemente de Alejandría, Orígenes, San Gregorio Nacianceno, San Ireneo, entre otros.
Ahora bien, en algunos aspectos destacados de la desestimación que hace Wanchy sobre la calidad de la Iglesia en la denuncia de los aspectos sociales, se citan acontecimientos históricos muy variados, los cuales hay que mencionar y explicar, para que el que leyó las afirmaciones que él hizo, no se quede confundido, o mejor dicho, pueda escuchar otra campana, y sacar entonces sus conclusiones.
En ese sentido, tras la descomposición del imperio carolingio y el surgimiento de lo que los historiadores llamamos “saeculum obscurum”, o sea, el siglo negro o siglo oscuro, en el siglo X, se dan ciertos acontecimientos que se han convertido casi en leyendas o historias novelescas. Los documentos históricos de este período de la historia de la humanidad deben ser examinados muy críticamente por lo tendencioso de ellos, ya que no lo escribieron cronistas neutrales, sino adeptos a un bando o a otro. A pesar de toas estas reservas, no cabe la menor duda que fue una época muy negativa para toda la Iglesia.
Para esos años son muchos los problemas por lo que pasa la Iglesia como institución terrenal. Intrigas, traiciones, muertes violentas, compra de dignidades eclesiásticas. Pero también, a pesar de estos inconvenientes, hombres y mujeres de fe, fieles a las enseñanzas de Cristo, se propusieron “rescatar” a la Iglesia de la podredumbre en la que algunos la habían metido, devolviéndole a esta su libertad, su pureza, su decoro y su unidad.
Surgen figuras emblemáticas en la Iglesia occidental, como son San Benito y San Bernardo de Claraval, con la vida monástica, dedicados a la oración y al trabajo, pero también a la conservación del conocimiento, ya que a la par de los monasterios medievales, nacen las universidades.
Aparecen también las llamadas órdenes religiosas mendicantes: franciscanos y dominicos, fundadas por San Francisco de Asís y Santo Domingo de Guzmán.
Con la llegada del Renacimiento y a la par de este el Humanismo, en la Edad Moderna, pensadores de la talla del inglés Tomás Moro, con su obra Utopía, y otros más, nos muestran un profunda reforma de la fe, una afirmación del hombre, que por no asumirse a tiempo, trajo como consecuencia la división de la cristiandad.
La crisis del imperio, encubierta por la previa crisis religiosa, estalló. Dando lugar a que la religión se convirtiera en pretexto para la guerra entre los poderosos. Católicos, luteranos, anglicanos y calvinistas protagonizaron muchos años de crueles enfrentamientos, con ofensas y ataques de parte y parte, que sin duda fue aprovechado por los “príncipes” para sacar beneficio.
Los enfrentamientos, ideológicos, doctrinales y políticos entre “hermanos” en la fe trajeron a la comunidad religiosa cristiana serias diferencias, que aun en el siglo XXI no se han podido zanjar en su totalidad. Gracias a las relaciones ecuménicas y el diálogo interreligioso entre las llamadas “iglesias históricas”, acompañados del tiempo, estas diferencias ya no son tan cuesta arriba.
A partir de las ideas emanadas de la ilustración, se producen en Europa una serie de revoluciones políticas, económicas y sociales, de lo que no escapa el aspecto religioso. A ellas se oponen aquellos estamentos que añoraban el antiguo régimen, entre ellos algunos de la jerarquía de la Iglesia.
Cabe destacar también la llamada revolución industrial y la puesta en marcha de un nuevo sistema de trabajo, la fábrica, una nueva concepción de la producción, el capitalismo económico, y una nueva estructuración de la sociedad con la aparición del proletariado. Todo esto, a corto o largo plazo repercute en la vida de la Iglesia.
Como consecuencia del nuevo régimen económico, el régimen capitalista de producción industrial, surge la proliferación del proletariado o conjunto de personas sin otra propiedad que los hijos a quienes debe darles de comer y sus propios brazos. Por las carencias, la mano de obra es barata, y los abusos y la explotación del hombre por el hombre, hacen muy cuesta arriba toda la época. Dándose entonces la lucha de clases, por un lado el obrero, que solo cuenta con su trabajo, y por otro el capitalista burgués que controla todos los aspectos de la sociedad.
Es en ese momento que entran a escena los sindicatos, desde el movimiento obrero y los partidos políticos, para defender derechos laborales los primeros y los segundos para intentar cambiar el orden de cosas existentes.
Y es aquí donde la Iglesia, al principio con un esfuerzo de beneficencia, después con las posturas de católicos comprometidos con el problema social y más tarde de forma oficial, que es lo último que siempre sucede, toma postura teórica y práctica ante los hechos de injusticias sociales. La encíclica papal Rerum novarum, de León XIII, denuncia este estado de cosas marcado por la opresión y la negación a la dignidad humana.
Es a partir de entonces que se irá formando de manera formal y definitiva la doctrina social de la Iglesia, sobre todo con documentos papales sobre la materia y las influencias desde la filosofía humanista y el llamado existencialismo cristiano, en contra posición este último al existencialismo ateo.
3. El Humanismo Cristiano-católico y la función de la Iglesia en el ámbito de lo social
“Se puede definir al hombre como aquel que busca la verdad. Esta búsqueda no sólo está destinada a la conquista de verdades parciales (…) es una búsqueda que no puede encontrar solución, sino en el absoluto.” (Juan Pablo II, Fides et ratio.)
El cristiano, como un ser que no está alienado, tiene que ser consciente de lo que ocurre a su alrededor. No puede estar aislado de la realidad, ni ajeno a lo que sucede fuera de su entorno más próximo. Está llamado a sentir las injusticias, el dolor y la muerte de los otros con un sentido de pertenencia tal, que le lleve a tomar conciencia e intentar cambiar el sistema social en el que vive.
Frente a esto, la realidad social lo interpela e inmediatamente surge la pregunta ¿qué debo hacer?, ¿qué puedo hacer?
La respuesta inmediata a estas interrogantes las encuentra en Jesús, en su vida y en su mensaje. Ya que su fe en Él le lleva al compromiso social de transformar el mundo, para que éste sea de verdad, más justo y solidario, según los valores del Reino de Dios.
Esta respuesta en el mundo actual se da desde el llamado humanismo cristiano, que no es más que la corriente de pensamiento filosófico que reconoce al Dios que Jesús nos ha revelado como raíz y fundamento de todas las cosas; y al ser humano, criatura de Dios, como el ser más importante de la creación y colaborador de Dios en la construcción de un mundo que esté conforme con la dignidad de todo ser humano.
Este humanismo cristiano está presente en nuestra sociedad, ha influido e influye actualmente en los campos de la cultura, en la promoción humana, en las relaciones entre los pueblos y ante todo en la construcción de una sociedad más humana y humanizadota. En la actualidad, teólogos, políticos, filósofos, sociólogos, antropólogos la profesan y de este modo aportan a la humanidad su visión cristiana del ser humano, del mundo y de la sociedad. Entre ellos cabe destacar a Emmanuel Mounier, quien fue uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, Jacques Maritain y el existencialista cristiano Gabriel Marcel.
En torno a la afirmación de que la Iglesia no tiene moral para hablar de la forma que lo hizo, de que es una “institución parasitaria” del Estado, me pregunto ¿Cómo puede ser parasitaria una institución que tiene cientos de colegios y escuelas en todo el país, brindando educación de calidad y fundamentada en principios morales y éticos? ¿Cómo puede ser parasitaria una institución que tiene cientos de dispensarios médicos, farmacias, y promotores de salud, trabajando en lugares en los cuales el Estado no puede satisfacer el derecho a la salud, y promoviendo campañas de lactancia materna, vacunación y prevención de enfermedades? ¿Cómo puede ser parasitaria una institución que cuenta con docenas de hogares de ancianos, donde se les da amor y asistencia a cientos de ancianos que muchas veces han sido abandonados por sus familiares? ¿Cómo puede ser parasitaria una institución que tiene varios centros de atención y cuido de a niños (guarderías) mientras sus madres están laborando? ¿Cómo puede ser deficitaria una institución que se dedica a trabajar con jóvenes de la calle, despreciados, por medio de casas de acogida? ¿Cómo puede ser parasitaria una institución que les brinda atención legal y psicológica a mujeres y niños maltratados por medio de abogados y psicólogos? ¿Cómo puede ser parasitaria una institución que brinda apoyo, por medio de formación técnico-profesional a jóvenes en riesgo social, para de esa manera reinsertarlos en la sociedad?
Y me sigo preguntando ¿Cómo puede ser parasitaria una institución que diariamente le da de comer a cientos de personas por medio de los trabajos realizados por Cáritas Internacional a través de Cáritas Dominicana? ¿Cómo puede ser parasitaria una institución que introdujo el cooperativismo en la República Dominicana como un aporte para acabar con la usura? ¿Cómo puede ser parasitaria una institución que brinda servicios de seguimiento espiritual y médico a personas infectadas con VIH? ¿Cómo puede ser parasitaria una institución que diariamente, a través de sus emisoras, agrupadas en la red de emisoras católicas (UDECA), hace trabajos de educación formal e informal a lo largo y ancho de la isla de Santo Domingo?
Ahora bien, si a eso es que le llaman “parafernalia” y “parasitismo”, para usar palabras del mismo Wanchy, entonces voy a cambiar el diccionario, porque para mi eso es AMOR AL PRÓJIMO, COMPROMISO SOCIAL Y ENCARNACIÓN DEL EVANGELIO.
Parasitismo es, tener ONG fantasmas, fundaciones constrictoras, con presupuestos abultados y falseados, que hacen propaganda mediática, pero que en el fondo solo son “buche y pluma”, que no ayudan de verdad, que fomentan el clientelismo político.
Parasitismo es, el “barrilito” de los legisladores, que solo sirve para demostrar que el Estado ha fracasado en la manera de administrar, porque evidencia de manera tal las desigualdades sociales, con asistencialismo barato y mediático, sacando provecho de las necesidades de un pueblo que sufre y gime de dolor, negándosele el derecho a la salud, a la educación, alimentación y vivienda digna, para que así pueda existir la figura del “funcionario” que viene y resuelve, cheque en mano, cual salvador y liberador de los cautivos.
Inmoral sería si los Obispos dominicanos, no hablaran y denunciaran los males sociales en sintonía con los principios éticos y morales emanados de la Doctrina Social de la Iglesia. Haciendo una denuncia del estado en que se encuentra la sociedad dominicana, e indicando a todos los creyentes, católicos o no, desde el evangelio de Cristo, el camino que se ha de seguir para dar una respuesta eficaz a estos problemas y necesidades, para de esa manera se tome conciencia del compromiso social, desde lo individual y lo colectivo.
En ese sentido, citan problemas como el desempleo, la pobreza, la marginación, la desmotivación política y social, la crisis de valores y el relativismo moral, la falta de oportunidades para los pobres, el deterioro de la familia, la corrupción administrativa y la impunidad y el deterioro del medioambiente.
La televisión, la radio y la prensa escrita, así como una gran cantidad de blogeros y participantes en las redes sociales se han hecho eco de esta denuncia-mensaje sobre la realidad social en que se encuentra el pueblo dominicano, y de parte de las autoridades han recibido un rotundo silencio, una muda respuesta, que ni siquiera ha dicho esta boca es mía, confirmando la máxima “el que calla otorga”.
Lo que no está en silencio y grita a voces es que a pesar de que los “numeritos” del Banco Central y digan lo contrario, la pobreza y la marginación son evidentes. Muchos son los dominicanos que viven en la pobreza, ganando salarios de miseria, y no son pocas las que se encuentran en niveles de pobreza absoluta. Viviendo al margen de los logros que tanto hablan los “numeritos”. Muchos de estos dominicanos, no tienen trabajo ni vivienda y, en algunos casos sus hijos no cursan estudios, son víctimas de los políticos en época de campaña, de las funditas de comida, de la demagogia de los que han usurpado el poder, no importa la bandería política, de manos del pueblo en la falaz democracia en la que vivimos.
Hay que comprender que las cosas tienen varias interpretaciones, según el cristal con que se miren, porque si este mensaje hubiese sido en el año 2004, con el PLD en la oposición y con las elecciones a la vuelta de la esquina, el mismo sería acatado, valorado y hasta utilizado como referente de oposición y denuncia al gobierno. Pero como se está en el poder, resulta más fácil hacerse de la vista gorda, los oídos sordos y en algunos de los casos desautorizar a la Iglesia para hablar de estas cosas.
Frente a un modelo político-social-económico opresor, que antepone el poder y los intereses personales y partidarios a la persona misma y el bien común, urge un cambio de mentalidad, de accionar, capaz de cortar de cuajo el sentir del tener, de poseer, sin importar nada, sin medir las consecuencias sociales, acentuado la inequidad.
Quiero terminar citando el final de un artículo de Juan Manuel Pérez en la revista Amigo del Hogar de Febrero recién pasado, titulado “Crónica Anunciada en el Evangelio”, un relato de las vicisitudes de los frailes dominicos luego del sermón de Fray Antón de Montesino… “¿Es posible predicar en su integridad el Evangelio sin molestar a los que mandan?
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