A propósito del día de Duarte
(Santo Domingo 26 de enero de 1813 – Caracas 15 de julio de 1876)
Julio César Martínez Rodríguez
La figura histórico-patriótica de Juan Pablo Duarte es una de las más preponderantes, pero no la única, del proceso de la Independencia Nacional. En tal sentido, es considerado, sin lugar a equivocarme, por todos/as los/as dominicanos/as como el verdadero iniciador del proceso independentista puro y simple, con marcado espíritu nacionalista; y junto a él, Juan Isidro Pérez, Pedro Alejandrino Pina, Félix María Ruíz, Benito González, Juan Nepomuceno Ravelo, Felipe Alfau, José María Serra y Jacinto de la Concha, arriesgados jóvenes que el 16 de julio de 1838 fundaron la sociedad secreta La Trinitaria.
El ideal político duartiano, estaba muy marcado por el liberalismo, influencia esta que había adquirido de sus viajes por Europa. En él se veía muy claro el concepto de nacionalidad e independencia, de lo que se desprende, tanto en su accionar como en su discurso, varios elementos esenciales, la patria, el hombre, la ley, la tolerancia y los poderes del Estado, de los cuales establecía que eran cuatro, a saber, y respetando el orden dado por el patricio, Poder Municipal, Poder Legislativo, Poder Judicial y Poder Ejecutivo.
En el proyecto de constitución que redactó Duarte, el cual nunca llegó a convertirse en Constitución, se denota el apego del prócer a la libertad y su visión de que los/as dominicanos/as pudiesen desarrollar un proyecto político de manera independiente.
Si nos fijamos en el orden dado por Duarte a los poderes del Estado, constatamos la importancia del poder político descentralizado, no presidencialista, lo cual sugiere un ejercicio de la autoridad en manos del pueblo, para que encuentre un lugar de germinación la democracia. Este orden, que nunca ha sido aplicado en la historia republicana dominicana, nos permitiría romper con los vínculos de dependencia que por tanto tiempo nos han atado a las figuras “paternalistas” de los presidentes de turno.
Más que ofrendas florales, desfiles, actos solemnes, Te Deum, notas de prensa, comunicados, reportajes escritos y televisivos, entre otras actividades que se realizarán y resaltarán en este día, a lo cual no me opongo, lo real es que eso de nada vale, sino tomamos a Duarte como modelo de correcto ciudadano, honesto en el manejo del erario público, sacrificado hombre, con defectos y virtudes, con aciertos y desaciertos, que se mantuvo consagrado al bien común, al bien de la patria.
Pero hay un problema, han querido secuestrar de la memoria histórica del pueblo dominicano al verdadero Duarte, al hombre de carne y hueso, que tuvo debilidades, que cometió errores, que habrá tenido miedos e inseguridades, pero que supo vencerlas y superarlas. Para vendernos la idea de un Duarte “superhéroe”, “santo e inmaculado”, y hasta cierto punto no humano y celestial, más que un hombre comprometido con la realidad social de su época, un ser de historietas, de cuentos y poesías.
Lamentablemente el ideal duartiano ha fallado, no tiene valor ni preponderancia en la clase política nacional. Y en ese sentido, Duarte sería un fracasado, y la nación dominicana, una quimera.
Concluyo esta reflexión con palabras del mismo Juan Pablo Duarte e hilvanadas con algunas mías: “Trabajemos por y para la Patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos”. No hay vuelta atrás dominicanos y dominicanas, con el orgullo en alto, porque “los enemigos de la Patria, y por consiguiente nuestros, están todos de acuerdo en estas ideas: destruir la nacionalidad aunque para ello sea necesario aniquilar la nación entera. De eso no hay la menor duda,
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